lunes, 28 de enero de 2013

ACTITUDES Y OBJETIVOS DE UNA PEDAGOGÍA DE LA MUERTE Y EL DUELO EN LA ESCUELA

Una pedagogía de la muerte y del sufrimiento es una pedagogía de la vida. No es posible hacer una pedagogía de la vida sin educar para la muerte y el sufrimiento.


Es a partir de nuestras actitudes más "sanas" que podemos dibujar algunos objetivos para llevar a cabo una pedagogía de la vida y de la muerte realista, transparente, lúcida y serena.
Los objetivos son diferentes, según la edad y las necesidades de los niños y adolescentes, pero algunos son importante para todos. De modo general, los educadores podemos considerar, entre otros muchos posibles, los que sugerimos a continuación:

* reflexionar sobre la muerte desde una sociedad del bienestar, alejando los tabúes, mitos y miedos relacionados con ella;
* hacer patente que el hecho de pensar en la muerte nos ayuda a vivir más libremente y con más sentido, el tiempo de nuestra finitud;
* explicar a los niños y adolescentes que la muerte es el fin natural de la vida;
* informarnos sobre la psicología del niño y del adolescente ante la muerte, y de las características más significativas del proceso de pérdida;
* "prevenir" la muerte desde el contexto educativo, desarrollando una pedagogía de la muerte en la escuela, a través de las asignaturas, de las sesiones de tutoría o de algún hecho que muestre conveniencia de hablar sobre el tema;
* proporcionar a los educadores pautas, orientaciones prácticas y propuestas didácticas que ayuden a vivir las situaciones de pérdida como ocasiones de madurez y crecimiento;
* invitar a los educadores a sugerir y crear instrumentos y recursos que faciliten la comunicación y el intercambio de vivencias en torno a la muerte, el morir y el después de morir;
* ayudar a los niños a crecer con el mínimo posible de angustia en relación con la muerte.


Existe una evidente discrepancia entre la importancia que tiene la muerte para el niño y la dedicación y atención que se da a este tema en la formación escolar. La ocultación de la muerte que hace nuestra cultura, los niños la captan en el ambiente, y si no educamos en el contexto educativo para las situaciones límite que algún día la vida les deparará (la muerte será la última), les estamos privando de una dimensión educativa esencial. Los niños y los jóvenes están poco preparados para todo lo que es inevitable o doloroso, no aceptan un no; es por ello que ante la primera desgracia o contratiempo acusan una frustración desmesurada. Quizás se podría paliar con una educación más real y normalizada, con la lúcida visión de que la vida también tiene su lado oscuro.

Extraído de "Educar para la vida es educar para la muerte. Hacia una pedagogía de la vida y de la muerte."- Concepció Poch Avellan
                   

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